Es común, sobre todo cuando vivimos en grandes ciudades, que la mayoría de las familias que viven a nuestro alrededor nos sean completamente desconocidas. Puede ser que no sepamos como se llaman, ni cuál es la conducta de las personas que por mucho tiempo han vivido a nuestro lado, separadas de nosotros tan sólo por el grueso de una pared. Esta clase de vecinos en nada nos ayuda, pero en nada nos estorba.
Hay otros vecinos que, aun cuando vivan un poco más distantes, han sabido entrar a formar parte del círculo de nuestros verdaderos amigos. Son estos los que nos saludan, nos visitan con regularidad y se interesan en compartir con nosotros y estar a nuestro lado tanto en las buenas como en las malas situaciones de esta cambiante vida. Nunca nos fallan.
Los hay también (y no quiero llamarles por el calificativo que merecen) que nos conocen, pero no se acuerdan de nosotros cuando todo les va bien; sin embargo, cuando se sienten amenazados, tristes o necesitados de ayuda, en seguida acuden a nuestro lado en busca de refugio, y una vez socorridos no se nos acercan más hasta tener una nueva situación difícil. Califícalos tú.
Y tú, ¿en cuál de estas tres categorías te encuentras? No te pregunto para que me contestes, sino para que tú mismo te juzgues y pienses, no tan sólo en cómo te portas para con tus vecinos, sino en lo que es más importante aún: COMO ES TU RELACION CON DIOS.
¿No crees razonable que Dios se agrade más, y esté en mejor disposición de ayudar a los que con sinceridad le buscaran día a día, en cualquier situación? ¿No has pensado cómo mirará Dios a los que se le acercan sólo cuando le necesiten, de los que, si le dirigieran la palabra, es sólo para pedirle?
Tal vez has pensado que tú no necesitas mucho de Dios, especialmente si eres joven y tienes salud; pero, ¿esperarás a que te lleguen los reveses y a que te falten las fuerzas para entonces volver el rostro a tu Creador? Más esperanza hay de las personas que no conocen a Dios que de aquellas otras que son religiosas sólo cuando les conviene. Por eso es sabio el consejo que dice:
"Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los malos días, y lleguen los años, de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento." Eccl.12:1.
Ob. B. Luis, Zitoon Yerbanís, marzo de 1986. |